El nacimiento de Venus de Sandro Botticelli
El culto a lo femenino, o a la Divinidad nos ha acompañado desde tiempo inmemorial y se ha ido concretando de diversas maneras en las diferentes religiones históricas y filosofías esotéricas que conocemos.
La sexualidad como sacramento esencial en el antiguo Egipto. La Alquimia con su innegable componente sexual oculto. El tantrismo y el taoísmo como vehículos de la tradición oriental de la Sexualidad Sagrada. Antiguos rituales sexuales de las escuelas herméticas gnósticas y cabalísticas durante la Edad Media y el Renacimiento. La magia sexual. Los ritos sexuales de ciertas sociedades ocultas formadas principalmente en Alemania durante el siglo XVII, etc. Tienen en todo caso un sentido mucho mas profundo de lo que nuestra conciencia profana puede entender.

Fue encontrada en Austria en el año 1908 y se cree que tiene unos 24.000 años de antigüedad. Probablemente sea ésta la más famosa de todas las venus de la prehistoria.
Existen numerosas culturas alrededor del mundo, incluyendo las tradiciones de los nativos americanos, los polinesios y muchas otras, que ven lo sagrado en cada expresión de la vida terrenal, de tal manera que para ellos las plantas, animales y el mismo planeta Tierra son sagrados y están vivos, así que ninguno de estos seres, incluyendo a los humanos, tiene que probar ser merecedor de la divinidad pues ¡ya lo son! Dentro de esta visión todas las cosas y seres están imbuidos por lo divino y son parte del mismo flujo de vida. Esto significa que es un punto de vista desde el cual podemos encontrar lo sagrado en lo mundano.
La sexualidad sagrada está basada en la conciencia de que el sexo es el comienzo de la vida, ya que sin él ninguno de nosotros estaríamos aquí, de tal forma que, si pensamos en la sexualidad desde el punto de vista espiritual, en realidad tanto la energía sexual como la fuerza de vida están ancladas a la misma fuente. Además, la sexualidad tiene un papel crucial en la creación de lazos, ya que cuando existe una unión sexual también hay un intercambio de energía que, si resulta mutuamente satisfactorio para los involucrados, y se hace con amor y conciencia, abre el corazón permitiéndonos crear una conexión duradera con otra persona definida por la apreciación y el apoyo mutuo que caracterizan a la verdadera intimidad.
Por otro lado, a través de la práctica de la sexualidad como algo sagrado, los humanos podemos acceder a experiencias trascendentes de amor, unidad y sanación, de tal forma que el anhelo que sentimos por tener relaciones sexuales está entramado con un anhelo por reunirnos con lo divino en una experiencia gozosa.
La Diosa Madre
Soy el polvo de estrellas que abraza todas las formas de vida,
el útero cósmico del que surge y al que regresa toda creación.
Soy la danza circular de la luna,
espejo de plata en el que se reflejan mis ciclos.
Soy partera y sanadora, recolectora y cultivadora,
pues los frutos de la tierra son los frutos de mi vientre.
Soy la humedad fecundante que sacia la sed de las raíces de los árboles,
la sangre que fluye por las venas de las montañas,
el ocre rojo que tiñe la piel de mis ancestros.
Soy brisa y huracán, luz y oscuridad,
a vida y la muerte entrelazadas en una sola sinfonía.
Soy la vieja hilandera que hace girar la rueca de la vida,
la Madre eterna que teje el tapiz sagrado del universo.
Fragmento del libro «Mitología salvaje», de Guillermo Piquero
Proyecto «Europa Indígena«


