Cuando usamos el término “francos” o Francia, hay que entender que hace muchos siglos la mitad sur de Francia, los Pirineos y las comarcas peninsulares al sur de éstos eran una sola comunidad.
Entre los primeros pobladores conocidos del territorio de Occitania, podemos distinguir, por un lado, tres grupos principales de tribus, y por el otro, los colonizadores griegos. Culturalmente y racialmente se dividen así: Iberoaquitánicos, Ligures y Celtas o Galos. Los griegos, llegados de la Fócida en 600 aC, fundaron la metrópolis de Masilia (Marsella), que pronto se convirtió en un gran centro comercial y contuvo el adelanto de los cartagineses y de los etruscos. Crearían factorías en la Provenza que se convertirían en ciudades como Arélate (Arles), Antipolis (Antibes), Nicea (Niza) y Agathe (Agde). Más tarde expandirían el helenismo por las Bocas del Roine, y crearían nuevas factorías en el interior como Mastrabala (Saint Blais) y Glanon (Saint Bertomiu), formando una talasocracia que dominaría desde la Liguria hasta las costas de Hispania.
El ducado de Aquitania toma su nombre de la antigua región administrativa romana y a su vez es el origen de la palabra “Occitania”, la región que tenía en común la “Lengua de Oc” (de ahí su otro nombre Languedoc). Su gran centro de poder político estaba en Tolosa y sus Condes eran considerados los auténticos soberanos de las tierras occitanas. Un territorio que también fue llamado Gotia (que significa magia) y que está marcada por el hecho diferencial del linaje Merovingio. Los siglos XI, XII y XIII fueron la época de mayor esplendor de la cultura y la política occitanas. El modelo del occitano escrito, gracias a su cultura refinada y brillante, se situó como un tipo de lengua vehicular en toda Europa, culturalmente con los trovadores y también políticamente a través de la elaboración de los fueros de los territorios aragoneses y navarros, sin olvidar obviamente la influencia que ejerció sobre el catalán escrito en las tierras de lengua catalana. Serían aquellos siglos la época de oro de la literatura occitana, con el nacimiento de la literatura trovadoresca y su extensión por la mayor parte de Europa Occidental. Políticamente por la independencia de hecho y la prosperidad de muchos de los territorios occitanos.
El Mediodía de Francia parecía destinado a formar un reino aparte. Sus ciudades eran grandes, libres e industriosas; sus habitantes hacían alarde de sus riquezas y su ilustración; sus costumbres caballerescas, sus espléndidas fiestas, sus relaciones comerciales con los árabes, sus Cortes de Amor y los atrevidos cantos de sus trovadores, hacían de este país un mundo distinto, querido de España, envidiado de Italia, aborrecido de Francia, y que inspiraba tanto entusiasmo a sus habitantes que lo llamaban comúnmente el paraíso terrenal.
Por otra parte el feudalismo no había echado muy profundas raíces en todas las comarcas de derecho romano: el régimen municipal estaba allí en todo su vigor y la aristocracia del pueblo se hallaba a igual altura que la señorial. Su lengua, la más rica y armoniosa que hayan jamás hablado los hombres, y admirado por todos los ingenios, casi llegó a ser el idioma nacional de Italia”. Un pueblo tan extraño a la constitución temporal de Europa debía naturalmente tender a alejarse de su constitución espiritual. Abundan los indicios de la turbulenta historia de estos parajes. Ruinas de castillos y de antiguas ciudadelas, arrasados por orden de reyes y de papas, puntúan el paisaje y recuerdan brutalidades que ultrapasaron el grado corriente de imposición de la autoridad por la atrocidad, tan habitual en la Edad Media. Porque el Languedoc-Rosellón fue la cuna de la herejía, si cabe decir esto de algún lugar de Europa, y no hace falta acudir a más hechos de la Historia para explicar el sistemático empobrecimiento de la región. Pocas veces habrá marcado la religión los destinos de un país de una manera tan visible, si exceptuamos a Bosnia e Irlanda del Norte.

Durante los siglos XI y XII estas tierras eran la envidia de Europa por su civilización y su cultura. En arte, literatura y ciencias iban por delante de todo el mundo… pero en el siglo XIII esta brillante y fastuosa cultura quedó destrozada por una invasión de los bárbaros del norte, de lo cual quedó un resentimiento que todavía escuece. Para muchos de los habitantes actuales su país sigue llamándose Occitania, y tendremos más ocasiones de ver que ésa es una región con muy larga memoria.